Didáctico vídeo sobre la transmisión del texto bíblico a través de la historia

La biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC presenta un pequeño documental que refleja cómo ha sido la transmisión del texto de la Biblia a lo largo de los siglos. Cuenta con explicaciones de la profesora de investigación Mª Teresa Ortega Monasterio del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente (ILC-CCHS-CSIC) especialista en manuscritos y Biblias.




Les dejo también un corto pero interesante vídeo con el contenido de una exposición titulada: La biblia: historia de sus textos:


¿Es correcto traducir "Jehová" el nombre de Dios en hebreo?

Es un hecho bastante conocido que los manuscritos bíblicos hebreos más antiguos presentan el nombre propio de Dios en la forma de cuatro consonantes, llamada comúnmente Tetragrámaton (del griego te·tra, que significa “cuatro”, y grám·ma, “letra”). Estas cuatro letras en escritura hebrea cuadrada, escritas de derecha a izquierda, son יהוה y sus equivalentes en alfabeto latino pueden ser IHVH, JHVH, YHVH, YHWH,  etc., todos igual de correctos.

Ahora bien, ¿cómo se debería traducir el nombre de Dios en las versiones de la Biblia en español? Y relacionado con esta pregunta: ¿cómo sonaría hoy el nombre propio del Dios Soberano?

Para dar una respuesta objetiva a estas preguntas primero es necesario que conozcamos algunos datos.

Los manuscritos más antiguos de la Biblia hebrea de los que disponemos, como los hallados en Qumrán, están escritos solo con consonantes. Eran los lectores los que, al leer el texto, vocalizaban estas consonantes de acuerdo con su conocimiento del lenguaje y del contexto.

Aproximadamente entre los siglos sexto y décimo de nuestra era varias generaciones de copistas judíos, llamados masoretas (los transmisores de la tradición), al hacer copias de la Biblia hebrea le añadieron a este texto consonántico signos vocálicos, acentos y una serie de anotaciones para fijar lo que ellos entendían que era su correcta lectura. Es el llamado Texto Masorético.

El mejor manuscrito completo de la Biblia hebrea con el Texto Masorético es el Codex Leningradensis B 19a o Códice de Leningrado, copiado en el siglo undécimo de nuestra era (año 1008). Es el texto hebreo y arameo de este códice el que se imprime, junto con un abundante aparato crítico, en las ediciones científicas de la Biblia hebrea, tales como la Biblia Hebraica Stuttgartensia o la todavía sin completar Biblia Hebraica Quinta. Estas ediciones académicas son la base textual desde la que se traduce a los idiomas modernos en la actualidad.

El hecho es que el Códice de Leningrado añade signos vocálicos al Tetragrámaton para que se pueda leer, en diferentes lugares, Yehwáh, Yehwíh o Yehowáh. Como vimos arriba, también se podría transliterar Iehváh, Iehvíh o Iehováh.

Desde hace muchos años se ha generalizado entre los eruditos en hebreo bíblico la hipótesis de que los masoretas añadieron al Tetragrámaton las vocales correspondientes a las palabras hebreas ʼAdhonái (Señor Soberano) o ʼElohím (Dios), con la intención de que quien leyera el Tetragrámaton pronunciara estas palabras, y no el nombre propio de Dios. Según estos estudiosos, este sería el origen del nombre Jehová. Por esta y otras razones, algunos académicos prefieren usar la forma Yahvé (u otra parecida) para referirse a Dios en sus escritos, pero no existe unanimidad en esta práctica pues otros prefieren, por ejemplo, simplemente escribir las cuatro consonantes YHWH.

La realidad es que con los datos de los que disponemos en la actualidad es imposible afirmar categóricamente cómo se pronunciaba el nombre de Dios; puede haber sido Iahvéh, Iahweh, Iehová o de otra manera que ignoramos. Es más, aunque se hubieran conservado las verdaderas vocales que acompañaban al Tetragrámaton, nos hubiera sido imposible saber si la manera como nosotros pronunciáramos hoy día el nombre sagrado en español sonaba absolutamente igual a como lo pronunciaron Abrahán, Moisés o Malaquías en el pasado. Los idiomas cambian con el tiempo, así como la pronunciación de las palabras y letras. Y esto mismo, muy probablemente, ocurrió con el hebreo a lo largo de los muchos siglos de existencia de esta lengua. 


Ahora bien, la función de un nombre propio aplicado a una persona es determinarla lingüisticamente, distinguirla del resto de personas. La Biblia está llena de nombres propios, que se traducen de una manera más o menos diferente a cada idioma moderno. Por ejemplo, el nombre del apóstol Santiago. En los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento su nombre se escribe en griego Ἰάκωβος. La transliteración de este nombre griego al castellano es Iakōbos, pero la inmensa mayoría de traducciones de la Biblia al español la vierten "Santiago", su equivalente en este idioma; en portugués se usa "Tiago", en rumano "Iacov", en inglés "James", en francés "Jacques", en italiano "Giacomo", en holandés "Jakobus" y así sucesivamente. Podemos notar con este ejemplo que no es lo mismo transliterar un nombre, que sería escribirlo en un alfabeto diferente al original pero de manera que suene lo más parecido posible a como sonaba en el alfabeto y lenguaje original, que traducirlo, es decir, verterlo de una manera conocida y usada corrientemente en el idioma receptor, sea que el sonido producido se parezca o no a la manera como suena en el lenguaje del que se traduce.

Posiblemente ni uno solo de los nombres hebreos, arameos o griegos de la Biblia se pronuncia en la actualidad de una manera exactamente igual a como era pronunciado al ser incluido en las Sagradas Escrituras. De la misma manera, en cada idioma moderno se ha generalizado un nombre propio con el que tradicionalmente se ha traducido el Tetragrámaton, aunque no se pueda asegurar que la manera como suena sea idéntica a como sonaba en los labios de los personajes de la Biblia.

Por ejemplo, a lo largo de los siglos en castellano se ha usado comúnmente un nombre que, con leves variaciones ortográficas, ha traducido el Tetragrámaton. Veamos algunos ejemplos:


Alrededor del año 1537 Juan de Valdés hizo una traducción del libro de Salmos desde el hebreo al castellano que quedó inédita hasta 1880, año en que Edward Boehmer la publicó en Bonn (Alemania). Por esta edición sabemos que Valdés usó el nombre de Dios vertido como Iehova, como podemos leer en el comentario que acompaña a esta obra:


Es decir, hace casi 500 años en español era correcta, conocida y aceptada la forma Iehova para traducir el nombre de Dios.


En 1569 Casiodoro de Reina publicó en Basilea la llamada Biblia del Oso. En esta vertió el Tetragrámaton como Iehoua, como se puede apreciar en la lectura de Génesis 2:4 de esta Biblia:




Recordemos que Casiodoro de Reina no hizo su traducción para eruditos, sino para que fuera entendida hasta por la gente más sencilla. Por lo tanto, podemos deducir que el nombre propio con el que tradujo el Tetragrámaton, Iehoua, era conocido para sus lectores.


Pasando el tiempo, los sucesivos revisores de la obra de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera cambiarían el nombre Iehoua por Jehová  como traducción del Tetragrámaton. Leamos como vierte Salmo 20:8 una edición de Reina-Valera publicada en Londres en 1861:




Juan de Enzinas, bajo el seudónimo de Juan le Quesne, publicó en 1606, probablemente en Ginebra, una traducción de los Salmos en la que también vertió el Tetragrámaton por Iehoua. Veamos como lo hace en el Salmo 9:7:



El sacerdote escolapio español Felipe Scío de San Miguel publicó entre 1790 y 1793 en Valencia una traducción al castellano de la Vulgata. En esta usó el nombre Iehováh para verter el Tetragrámaton, pero solo en las notas, no en el texto principal. Abajo pueden ver una imagen del comentario al Salmo 110:1 (109:1 en la Vulgata), según una edición de esta Biblia publicada en Madrid en 1808: 




Otra traducción al español desde la Vulgata, publicada en Madrid 
entre 1823 y 1825 por el obispo católico español Félix Torres Amat, vierte el nombre propio de Dios por el Señor, pero en varios versículos introduce el nombre Jehovah en cursiva para determinar quien es el Señor al que se refiere. Veamos, por ejemplo, como traduce Salmo 100:3 (99:3 en la Vulgata), según una edición publicada en París en 1836:




En Las Escrituras del Nuevo Pacto, una traducción del griego al español del Nuevo Testamento publicada por la Unión Bíblica Americana (American Bible Union) en 1858, en una nota a Revelación 19:1 explicando el significado de la palabra Aleluya, se usa el nombre Jehová para referirse al Dios Verdadero de la Biblia:








Esta obra también usa el nombre Jehová en una nota a Mateo 26:2:








El hebraísta protestante español Luis de Usoz y Río publicó en 1868 su propia traducción al castellano del libro de Isaías desde el hebreo. En esta vertió el Tetragrámaton por Ioüá. Veamos como traduce esta obra Isaías 42:8:



La obra Nuevo Salterio de David, por el sacerdote y hebraísta Antonio María García Blanco (Madrid, 1869), una traducción de los Salmos del hebreo al español, vierte siempre el Tetragrámaton por Iohwah y en su pág. 29 hace el siguiente comentario sobre esta cuestión:



La obra El libro de Job, versión directa del hebreo por el obispo de León Francisco Javier Caminero (producida necesariamente antes de 1885 y conservada inédita hasta que fue publicada en 1923 por el jesuita Sandalio Diego), traduce el Tetragrámaton por Jehováh, como podemos notar en la imagen de Job 1:21:









En 1893 la Sociedad Bíblica Americana publicó la Versión Moderna, una traducción de la Biblia preparada por el pastor y misionero presbiteriano H. B. Pratt. Esta versión vertió uniformemente el Tetragramatón por Jehová a lo largo de todo el Antiguo Testamento.


En 1919 el pastor y misionero bautista Pablo Besson publicó en Buenos Aires (Argentina) la primera edición de su traducción del Nuevo Testamento, en el que usó dos veces el nombre Jehová en su texto para referirse al Dios Verdadero de la Biblia (en Lucas 2:15 y Judas 14). Abajo pueden ver la imagen de Lucas 2:15 en la edición de 1948 de esta obra:



El sacerdote católico chileno Guillermo Jünemann tradujo la Biblia al español desde la Versión de los Setenta en la década de los veinte del siglo pasado. El Antiguo Testamento de esta versión no se publicó hasta el año 1992. Jünemann usó Jehová  en Éxodo 6:3 para referirse al nombre del Dios Todopoderoso:




La revisión de Reina-Valera llamada Reina-Valera Actualizada, publicada en 1989 por la Editorial Mundo Hispano (una editorial perteneciente a la confesión religiosa Convención Bautista del Sur), usó la forma Jehovah en todo el Antiguo Testamento para traducir el Tetragrámaton; también lo hizo así el Comentario Bíblico Mundo Hispano, de la misma editorial. En la pág. 71 del tomo de este comentario dedicado al libro bíblico de Éxodo (la 3ª edición, publicada en 2001) se explica lo siguiente sobre la validez de la traducción Jehovah:




El nombre Jehová se sigue usando 
en castellano hasta el día de hoy. No solo en traducciones de la Biblia o en publicaciones académicas, sino en los medios de comunicación y el habla popular. Por ejemplo, el 13 de abril de 2016 el periódico español ABC, en un artículo sobre el hallazgo de antiguas tablillas en la ciudad cananea de Arad, al sur de Israel, usaba Jehová para traducir el Tetragrámaton en una de las inscripciones en cerámica:



Hasta el conocido teólogo bautista español Máximo García Ruiz usa el nombre Jehová en su libro de poesía Entre la luz y las tinieblas (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2017). Veamos un ejemplo en el poema titulado Jeremías en la pág. 37:



He citado solo unos pocos de la infinidad de ejemplos que existen del uso del nombre Jehová (o una forma similar) para la traducción del Tetragrámaton en español. Independientemente de que el nombre español Jehová suene o no igual a como se pronunciaba el nombre del Dios Altísimo en la antigüedad, el dato objetivo es que esta forma se ha estado usando desde hace por lo menos cinco siglos en el idioma castellano para verter el Tetragrámaton. Digamos que es una traducción, no una transliteración. De hecho, esta palabra española ha estado incluida en los mejores diccionarios de español desde hace siglos.

Por ejemplo, la 12ª edición del Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española (Madrid, 1884) definía así Jehová:



Asimismo, la 22ª edición del mismo Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, publicada también en Madrid en el año 2001, definía así la palabra Jehová:








Como pueden comprobar, para la Real Academia Española la palabra Jehová es un nombre propio español (se alista en mayúscula), la traducción conocida, aceptada y común del nombre hebreo del Dios Todopoderoso a través de los siglos. Sin embargo, y esto es importante, la palabra Yahweh, en cualquiera de sus formas, no es considerada una palabra española, sino hebrea.

¿Sería correcto, entonces, usar la transliteración Yahvéh, en cualquiera de sus formas, para traducir el Tetragrámaton al español? ¿Cómo llego esta palabra a usarse en las Biblias españolas?

Como este artículo se me ha hecho muy largo, intentaré contestar a estas y a otras cuestiones en las próximas entradas de este blog tituladas:

¿Cómo llegó la transliteración Yahvé al español?

Los Testigos de Jehová y el uso del nombre de Dios

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